lunes, 21 de noviembre de 2011

¿CUÁNDO SE FASTIDIÓ LA BANCA EN ESPAÑA?

¿CUÁNDO SE FASTIDIÓ LA BANCA EN ESPAÑA?

Desde que se produjo las “crisis subprime”, que fue el detonante para que reventara nuestra burbuja inmobiliaria y, en consecuencia, la crisis bancaria que estamos padeciendo –la nuestra–, debido, por un lado, a los inoperantes mercados interbancarios y, por otro, a la morosidad de la banca especialmente por sus inversiones en el sector inmobiliario/residencial, que ha tenido dos consecuencias graves: la morosidad ha puesto a muchas entidades, especialmente cajas de ahorro, al borde de la quiebra, y se ha producido una grave contracción en el sistema del crédito a empresas y particulares, con las consecuencias por todos conocidas. Las inyecciones de liquidez del Banco Central Europeo sólo han servido para mantener el oxígeno monetario a nuestras entidades financieras y evitar su asfixia. Pero nuestra burbuja hubiera reventado aunque no se produjera una situación similar en EE.UU. En Marzo/2007, desarrollé un trabajo sobre valoración de acciones, y en uno de sus capítulos predecía la crisis para el mes de Octubre de ese mismo año, coincidiendo con una posible inestabilidad de los mercados financieros a nivel mundial. Mis modestas previsiones no se cumplieron hasta mediados del año 2008, por causa de la crisis inmobiliaria en EE.UU. y la comercialización de los derivados de crédito sobre títulos hipotecarios.

Pero volviendo a la pregunta inicial, ¿cuándo se fastidió la banca en nuestro país? Creo que el origen no tiene una fecha concreta y que la causa no es única, sino que es consecuencia de una serie de hechos y situaciones que dieron al traste con nuestro sistema financiero. Estas causas, no coincidentes en el tiempo, ni excluyentes, se pueden enumerar así:

1) Rejuvenecimiento de las plantillas bancarias, prescindiendo del conocimiento y la experiencia, con poco ahorro de costes. 2) Expansión de los balances bancarios, sin bases sólidas. 3) Concentración de riesgos sectoriales. 4) Internacionalización de la banca: endeudamiento exterior y riesgo sistémico. 5) Periodo de tipos de interés bajos y, por tanto, escasa rentabilidad entre depósitos e inversiones, y 6) Pérdida de la referencia operacional en pesetas.

Trataré de desarrollar algunas de estas causas enunciadas, unas con mayor extensión que otras, o de forma implícita, pues otra pretensión sería más propia de una tesis doctoral, que no es el caso. Para ello echaré mano de lo que decía en algunos de los trabajos tengo publicado.

En noviembre de 2008, publiqué en este mismo medio: “La Banca recurrente de D. Emilio Botín y la perplejidad de un bancario”, que contiene algunas claves, y otras que añadiré, de lo que le pasó a nuestras entidades financieras para llegar, quizá, a la peor de las situaciones derivadas de las crisis económicas que hemos padecido desde la considerada como la más grave, la de 1929. Decía en aquellas fechas, que después de la celebración de las elecciones generales, dediqué parte de mi tiempo a reflexionar y a escribir sobre la crisis financiera iniciada en el año anterior en EE.UU., y la nuestra, la inmobiliaria. Fruto de este empeño fue la culminación de tres trabajos sobre los riesgos bancarios y el papel del Banco de España, que circulan por la Red. Cuando escribí el primero de ellos no pensé que al final se iban a convertir en una trilogía, y fue después de publicados cuando me propuse hacer una introducción y ahondé en el papel que representó el personal bancario en el cambio producido en las entidades financieras de nuestro país en ese camino inexorable hacia la crisis.

Para justificar de alguna manera la introducción, busqué en mis archivos alguna cita u opinión sobre la banca de alguna personalidad destacada dentro del mundo financiero de nuestro país. Y di con la conferencia del ya desaparecido, D. Rafael Termes –que fue, entre otras muchas cosas, Consejero Delegado del Banco Popular Español y Presidente de la AEB – titulada “El papel de las finanzas en la economía actual”, pronunciada en Cáceres en Enero/2004, de la cual seccioné los párrafos que transcribo, que se refieren a los cambios habidos en el sector financiero, al cambio profundo (son sus palabras) habido en el personal de las entidades financieras. Confieso que estas opiniones, las de un personaje muy influyente en el mundo de las finanzas, venían a justificar lo sucedido en el sector bancario en la década de los años 1990 y principios de este siglo, pero los dos últimos párrafos me dejaron perplejo y desconcertado, pues interpreté –no sé si bien– que era una crítica a los excesos cometidos en el cambio llevado a cabo por las empresas del sector financiero, que después contagió a otro tipo de actividades económicas. Decía D. Rafael Termes al referirse a los cambios profundos en el personal de los bancos y cajas de ahorro -en suma, la totalidad del sistema financiero– y destacaba dos aspectos:

Por un lado, se ha pasado de un personal formado en el lugar de trabajo a otro que, al ser contratado, ya dispone, en gran medida, de titulación universitaria. Esta exigencia de una calificación técnica mayor es debida, por una parte, a la necesidad de atender a una clientela empresarial también cada vez más cualificada. Y, por otra parte, a la conveniencia de tener personal preparado para rotar en la colocación de productos financieros, ser capaz de introducir los de nueva aparición y estar al día en el uso de sistemas informáticos. En paralelo, se asumen responsabilidades más pronto, los directivos son mucho más jóvenes, y disminuyen las tareas de tipo puramente administrativo que son realizadas por los ordenadores de la entidad o se subcontratan con entidades especializadas. A mi juicio, en ningún otro sector empresarial tradicional, de la industria o los servicios, se ha producido un cambio tan drástico en la cualificación del personal. Equivaldría a concebir una fábrica o un gran almacén en los que todos los empleados y obreros hubieran sido reemplazados por universitarios; esto no ha ocurrido ni en las fábricas más robotizadas.”

Es evidente que en los tres últimos lustros, la Banca, el sector bancario en general, sufrió una gran transformación, y ese cambio profundo del que habla el Sr. Termes también tuvo consecuencias en sus plantillas de personal, pero el que fue ilustre banquero en su conferencia no entró en la estrategia empleada, ni en el coste causado a las empresas y, en consecuencia, a sus accionistas. Mediados los años 1990, muchos profesionales fueron invitados a abandonar sus empresas de forma indiscriminada y, en consecuencia, con ellos se fue el conocimiento y la experiencia de la profesión –eso que tanto valoran y hablan los teóricos de la economía de la empresa, pero que no creen en ello– y los pocos que quedaban, dada su edad, fueron relegados a puestos secundarios. Se fueron los generalistas — que en la acepción del término según Lázaro Carreter, significa “especialista en la totalidad”– tan necesarios hoy en las empresas, sobre todo en los puestos directivos de la banca, siendo sustituidos por gente joven, formada en la Universidad o con estudios equivalentes, en busca de economía de costes y de una mayor preparación para los puestos de trabajo y la venta de productos innovadores. El resultado de esa economía de costes fue una falacia contable, pues el coste de ese personal prejubilado no se contabilizaba como gasto del ejercicio, pero sí mermaba las reservas acumuladas por beneficios no distribuidos, en perjuicio de los accionistas. Debo añadir, para que nadie piense lo contrario, que el relevo generacional es necesario en cualquiera actividad, y la mejor preparación, indispensable, pero en la Banca debió hacerse de forma escalonada y reteniendo a los mejores para que fueran maestros de las nueva generaciones. Sobre lo escrito por el Sr. Termes, quiero llamar la atención que “calificación” y “cualificación” no significan exactamente lo mismo.

Pero este desconcierto se vio acrecentado cuando leí el discurso de D. Emilio Botín en la Conferencia de Banca Internacional, titulado “El papel del sistema financiero en la economía”, publicado en “Cinco Días” el 17.10.2008, en la que propugnaba, ante la crisis actual, la aportación de las entidades bancarias para fortalecer el sistema financiero, resumidas así:

· Relaciones estables y directas con los clientes.

· Centrarse en el negocio recurrente.

· Gestionar con prudencia el riesgo.

Es decir, que después de lo que “llovió” y está “lloviendo” con la crisis financiera internacional, nuestro emblemático banquero nos está diciendo que la banca tiene que volver a su negocio típico, tradicional, basado en la cercanía a los clientes y en la gestión rigurosa del riesgo. ¡Extraordinario! Menudo descubrimiento después varias reestructuraciones y reorganizaciones llevadas a cabo en los últimos años por parte de las entidades financieras, incluida la banca mediana, por mimetismo, para regresar finalmente a los valores que siempre debieron estar vigentes. Y siguen.

Pero los grandes “magos” de las finanzas –la tecnostructura de las empresas, como define Galbraith en “El Nuevo Estado Industrial” a los altos directivos– no contaban con que las crisis económicas sufren metamorfosis y no siempre se presentan iguales. No contaban, ni tan siquiera valoraban, que eso que se dio en llamar “derivados financieros”, en su variada diversidad, titulizaciones, cdo,s, cds,s, etc., llevaban en sí mismos un virus contagioso y mortal, que los jóvenes dirigentes, inexpertos, sin experiencia del pasado, engreídos en su limitada sabiduría, no supieron detectar a tiempo, pues en las empresas ya no quedaban generalistas ni especialistas en virología bancaria que les pusieran en aviso. Es como si todos fueran inoculados con un virus que les hiciera perder la razón. Las consecuencias de esta pérdida de cordura las tenemos a la vista y ya veremos como termina. Quizá para resolver los problemas creados, pensé –triste de mí– que las grandes corporaciones financieras tendrían que rescatar, si aún fuera tiempo, a directivos con cordura, aquellos que fueron relegados en la gestión o barridos años atrás por esa ola de ejecutivos más o menos jóvenes, –los llamados CEO,s– sin escrúpulos y con una ambición desmedida –sugerida en las escuelas de negocios– autores de esta “desfeita” –desastre– si me permiten calificarla con una palabra en mi lengua matria. La consecuencia: la Banca de nuestro país, inmersa en esta “crisis perfecta”, iniciada al otro lado del Atlántico, puede sufrir pérdidas superiores al montante de sus Fondos Propios, como arriesgó algún especialista económico citado en el último de mis trabajos (léase a D. Alberto Recarte).

Para aquellos que hayan vivido la profesión de forma intensa y extensa en las últimas décadas, necesariamente tuvieron que reflexionar, desde fuera, sobre el gran cambio experimentado por sus empresas en los últimos años: cifras de negocio crecientes, espectaculares; beneficios duplicados o triplicados, cualquiera que fuera la situación económica de esos años, pues los nuevos productos e inversiones creativas permitían expansionar sus Balances y las Cuentas de Resultados, para ello, en un escenario económico de tipos de interés bajos y, en consecuencia, con diferenciales (o spreads) muy cortos, no dudaron invertir sin control en el sector inmobiliario/residencial, dulcificando el análisis del riesgo, y recurrir –dado que el ahorro interior era insuficiente– al endeudamiento exterior, que, fuera del euro, llevaba aparejado el riesgo de cambio. Resultado: algunas de nuestras entidades financieras (BSCH, BBVA, Caja Madrid, Caixa Galicia y otras más pequeñas) para mantener los beneficios ficticios crecientes, han tenido que desprenderse de sus inmuebles, edificios y oficinas, mediante operaciones similares al “lease back” (opción de recompra), para generar ganancias destinadas a incrementar las provisiones para morosidad y mantener los dividendos. Por otra parte, nuestros grandes bancos optaron por la internacionalización, formando parte de eso de lo que se habla mucho últimamente: el riesgo sistémico, que no es otra cosa que el peligro que representan para las economías nacionales y la mundial, la quiebra de este tipo de entidades. ¿Se imaginan la catástrofe económica que supondría para nuestro país la quiebra de uno de nuestros grandes bancos? La economía tiene sus ciclos y cuando se está en las fases de estancamiento o de depresión no son sostenibles beneficios crecientes de año en año, como si no pasara nada, pues van en contra la naturaleza económica, que al final reacciona, como lo hace la biosfera, produciendo catástrofes económicas.

Pero en nuestra crisis bancaria hay otra causa no menos importante, el cambio de peseta al euro hizo que se perdiera la referencia de valor en nuestra antigua moneda, es decir, las nuevas generaciones del euro no fueron conscientes del valor real en pesetas de las transacciones bancarias –sobre esto ya incidió en alguno de sus libros el Profesor Leopoldo Abadía– con lo cual la expansión de los balances bancarios llegó a cifras que no se podían pensar en otra época. Unos ejemplos, tomados del “Informe Recarte 2008”:

· Crédito del sector financiero a otros sectores residentes (2002). 701.663 millones de euros.

· En el primer trimestre del 2008, la cifra alcanzaba los 1.800.264 millones de euros, de los cuales 1,1 billones sumaba la financiación por adquisición de viviendas de las familias, más los créditos a promotores y empresas del sector de la construcción.

Para valorar en sus justos términos lo que representan estas cifras, el endeudamiento exterior de las entidades financieras a finales del año 2007, era de 708.000 millones de euros(el 64% del P.I.B.: 1,1 billones de euros), equivalentes a 11.781.288.000.000 pesetas, es decir, casi 12 billones de pesetas. El “agujero” fabricado de Banesto en el año 1993, de 500.000 millones de pesetas, equivaldrían a poco más de 3.000 millones de euros. ¡Una minucia! Si pensamos que el FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), dispondría inicialmente de 9.000 millones de euros, que fueron insuficientes para reestructurar las Cajas de Ahorros, además de hasta 90.000 millones, si fuera necesario, para la compra de activos bancarios. ¿Se atreverían hoy a incautar al que fue el primer banco de España? Creo que no. La inhibición del Banco de España en la concentración de riesgos sectoriales y el endeudamiento exterior de nuestras entidades financieras, ha propiciado la situación actual. En estos años no sabemos el papel desempeñado por la Inspección (supervisión) de nuestro banco emisor, pues, por los resultados, no parece que haya sido muy efectiva o, al menos, no se tuvieron muy en cuenta sus informes. Pero también hay que decir que la exigencia desde hace años de las “provisiones genéricas o anticíclicas”, han aliviado el problema de la morosidad, pues en otro caso nos encontraríamos en una situación similar a la de la banca irlandesa.

Como se puede deducir del referido anteriormente, el inicio de los problemas de nuestras entidades financieras no puede situarse en un momento concreto, en una fecha, como si se tratara de la referencia que se hizo famosa a raíz del inicio de la crisis de insolvencia de un determinado país del Cono Sur americano, sino que es consecuencia de una serie de causas encadenadas.

No obstante, soy optimista y pienso que nuestras entidades financieras saldrán adelante una vez reestructuradas. Pero mi pesimismo está en las medidas que deben tomar quienes nos gobiernan, más pendientes de su clientela política que de poner remedio a la situación económica. Con anterioridad a la crisis mundial, desde el año 2005 al 2007, el Banco de España vendió 7,78 millones de onzas de oro, el 46% de sus reservas, como consecuencia de un acuerdo del Banco Central Europeo con los bancos centrales de cada país. He investigado a qué razones se debía tal medida, pero no he encontrado una explicación coherente. La justificación del Sr. Solbes fue que el oro “ya no era un activo rentable” De cualquier manera hoy la onza de oro se cotiza casi al triple del precio recibido por nuestro banco central. ¿Sería el miedo a que algunos países quisieran implantar el Patrón Oro? Sería bueno conocer las verdaderas razones. Pero el problema está ahí –a pesar del Sr. Solbes— pues recientemente el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, hizo unas manifestaciones que llamaron la atención, en las que afirmaba que “el sistema monetario internacional debe considerar el empleo del oro como punto de referencia internacional de las expectativas del mercado sobre la inflación, deflación y los valores futuros de divisas.”

Pero como la crítica bien entendida debe llevar aparejada alguna aportación positiva, voy a transcribir aquí –como ya hice en alguno de mis trabajos publicados– un párrafo de la conferencia que en Junio de 1987 pronunció en el Instituto de Desarrollo Económico del Banco Mundial, en Washington, el recordado Subgobernador del Banco de España, D. Aristóbulo de Juan, titulada: “De buenos banqueros a malos banqueros”, cuya lectura recomiendo a los interesados en el conocimiento del sector financiero y a los aprendices de banqueros, que en una de sus conclusiones decía:

“Los banqueros y los políticos pueden caer en la tentación de considerar que las crisis financieras se deben siempre a causas propias del sistema en su conjunto y a razones macroeconómicas. Los malos banqueros encuentran así un buen argumento para abogar por una política macroeconómica que les sea favorable o para que el gobierno les salve con subvenciones. Los políticos encuentran un buen argumento para aplicar únicamente remedios macroeconómicos, para salvar a unos y a otros indiscriminadamente sin crearse enemigos o, lo que es peor, para cruzarse de brazos y no hacer nada.”

El que quiera entender, que entienda.

Santiago, noviembre 2010

José Gómez Blanco