lunes, 12 de diciembre de 2011

¿ADÓNDE FUE A PARAR EL DINERO DE LA ESPECULACIÓN FINANCIERA?

EL DINERO SE CREA, PERO NO SE DESTRUYE: SE TRASVASA

1. Introducción

Confieso, de entrada, que he leído y reflexionado mucho sobre la crisis financiera internacional, que ha puesto a las economías mundiales al borde de la quiebra total y, en consecuencia, el sistema capitalista, el liberalismo económico, están puestos en cuestión, especialmente por aquellos que nunca creyeron en él y son sus enemigos, esos que, a pesar de los fracasos prácticos, siguen viendo el marxismo y el comunismo como una esperanza universal. Otros, lo menos radicales, buscan en el keynesianismo la panacea para remediar los males que nos aquejan.

Las consecuencias de este desastre total están a la vista y no hace falta extenderse sobre los daños ocasionados, los conocidos, porque soy de los que creen que aún no se sabe la magnitud de la tragedia económica. Y nuestro país, inmerso en esta crisis perfecta --el choque de la economía real con la economía financiera— tiene su propia crisis, la inmobiliaria, que ha venido a agravar la crisis de liquidez de las entidades financieras, la que, sin duda, se transformará en una crisis de solvencia para una parte de ellas --la falta de transparencia del Gobierno y, lo que es peor, del Banco de España[1], poniendo en cuestión su autonomía, nos sitúa en la incertidumbre-- abocadas a la absorción por otras entidades o a la entrada de capital público. En pocos meses, hemos pasado de tener el sistema financiero mejor del mundo a descubrir que también tenemos “activos tóxicos” en los balances de las entidades, además de una morosidad creciente que trata de disimularse mediante la adquisición de activos o con artificios contables (recientemente se publicó que las principales entidades de nuestro país han comprado inmuebles a sus deudores por más de 7.000 millones de euros). Lo que no se entiende muy bien es que en plena crisis se deje a las entidades financieras que sigan contabilizando beneficios multimillonarios y que no se les obligue a que una parte importante de ellos se destine a provisiones para insolvencias, reduciendo el beneficio-escaparate. Una parte de esas provisiones, las llamadas genéricas, deberían materializarse --como he propuesto en alguno de mis artículos-- en activos financieros soberanos, de alta calidad y liquidez (AAA).

2. En busca de respuestas sobre la especulación en los mercados

En la segunda mitad de los años 1970, en plena transición de nuestro sistema político, mi profesión bancaria me obligaba a asistir diariamente a la Bolsa de Barcelona, en la que presencié en muchas ocasiones un mercado con “encefalograma plano” --si me permiten la utilización de términos médicos-- y las “transfusiones” de dinero procedentes del Banco de España (Tesoro Público), para que el mercado sobreviviera a la crisis económica y a la fiebre política de aquella época. Consecuencia de esta intervención, el Estado llegó a ser el primer accionista individual en muchas empresas españolas, incluidos Bancos, así que no se asusten con las intervenciones actuales. En otras, sin justificación económica alguna, tomando siempre como referencia la Bolsa de Madrid, la más importante, el mercado reaccionaba y se producían alzas casi generales en los valores cotizados. Se trataba de un mercado estrecho en el que la contratación se hacía a viva voz, menos para los valores bancarios, que tenían un sistema especial. La duración del período alcista era de pocos días, para volver al decaimiento y a posiciones de papel. Pero tenía la virtud, para un observador imparcial, de poder penetrar en los mecanismos que mueven la Bolsa, de poder identificar a los agentes protagonistas de los movimientos del mercado. La época era deprimente, también en lo político. En aquella época y en la década siguiente, la de los años 1980, con la crisis de 1987, repetida en menor medida en 1989, seguí con mucho interés lo que ocurría en los mercados bursátiles y reflexioné sobre la si la especulación era buena o mala y busqué en la literatura económica respuestas a mis dudas, que no me convencieron. En uno de los capítulos del libro de George N. Halm, economista alemán de la escuela austriaca, “Economía del Dinero y la Banca[2], encontré algunas respuestas, pero no disiparon mis dudas.

Pocos meses después del “crash” de 1987, se publicó en la revista “Prospects” un trabajo de Gerhard Aschinger[3], titulado “Reflections on the crash”, que trataba de explicar lo sucedido en las bolsas mundiales en octubre de aquel año, mediante dos teorías: la teoría de la catástrofe y la teoría de las burbujas especulativas. Para desarrollar la primera se basó en las teorías desarrolladas por el matemático francés René THOM y E.C. Zeeman. Para la segunda de las teorías se basó en estudios de Blanchard Watson (1982). Ambas teorías se basan en la especulación sin barreras para explicar los “crash”, que tiene como origen una creciente desviación entre los valores fundamentales de los títulos (acciones) y los precios que se paga por estos activos, dando lugar en un determinado momento a caídas bruscas y profundas de los mercados de valores. En mi opinión, ninguna de las dos teorías serviría para explicar la actual caída de las bolsas mundiales, ya que la crisis financiera que origina la caída de los mercados se origina fuera de los mismos, en una actuación irresponsable de las entidades financieras en el tratamiento del mercado hipotecario (burbuja inmobiliaria), después trasladada al mercado de derivados financieros, cuyos agentes emisores, sin control de los órganos supervisores, generaron vehículos de inversión complicados y nada transparentes, contaminando de forma punible los mercados financieros y, por ende, el sistema financiero internacional. Otra de mis reflexiones de aquella época sobre el mismo tema eran los efectos de la especulación en el reparto de los beneficios generados por ella.

3. Valoración de los efectos de especulación

¿Es buena la especulación en los mercados? Mi respuesta a la pregunta, desde la experiencia personal, es condicional. Creo que en los mercados organizados debe permitirse cierto grado de especulación que estimule su funcionamiento, pero se debe combatir la especulación desaforada, sin control, la misma de la que nos estamos ocupando. Mi conclusión era y es que beneficia a unos pocos en perjuicio de muchos, aunque soy consciente de que se seguirá alabando su excelencia y los efectos benefactores de la especulación en los mercados, que algunos resumen así:

§ Mejora su eficiencia, consiguiendo precios más correctos.

§ Asume riesgos, consiguiendo mercados más completos.

§ Da liquidez a los mercados.

Pero dando por hecho de que cierto grado de especulación es buena para el funcionamiento de los mercados, cuando los especuladores actúan si atenerse a las propias reglas que rigen la contratación, sus efectos son perversos. Un ejemplo de su perversidad se dio hace unos meses en nuestro país: una entidad financiera mediana denunció a la CNMV las posiciones cortas, bajistas, que se estaban produciendo sobre determinados valores bancarios y otras compañías, para provocar bajas en las cotizaciones y comprar posteriormente esas acciones vendidas con ganancias seguras, sistema permitido si se hace mediante un préstamo de títulos, pero no en descubierto, es decir sin poseer o disponer de un préstamo (cesión temporal) de esas acciones vendidas. Pura especulación nociva. El órgano supervisor de los mercados, nuestra inoperante CNMV, se tuvo que enterar de esta práctica por la denuncia de una de las sociedades perjudicadas.

Como la crisis financiera --ahora convertida en una crisis económica mundial, que será recordada en el futuro como una de las peores de las que han sucedido hasta la fecha-- tiene su origen en EE.UU., conviene recordar --sobre todo a los estudiosos del tema-- las críticas y los consejos del Premio Nobel de Economía del año 2001, asesor económico del Gobierno de Bill Clinton, Joseph E. Stiglitz, en su libro “Los felices 90”[4] --que recomiendo leer a los interesados en esta crisis-- sobre los problemas de la falta de intervención y de la insuficiencia de los mecanismos de regulación, que dio lugar a la crisis de los años 1990. Sólo dos frases entresacadas de su capítulo I:

“…si el problema de los felices noventa y la recesión que les siguió fuera achacable a la actuación del Gobierno, los errores de éste serían en todo caso por defecto, no por exceso, de intervención; en todo caso sería culpable de pasividad, pues el problema radica en la insuficiencia, no en la demasía, de los mecanismos de regulación.”

“…el Gobierno siempre es el que termina recogiendo los platos rotos cuando las cosas no salen como debieran; del mismo modo, el contribuyente estadounidense fue quien terminó pagando los platos rotos que la desregulación bancaria rompió en las cajas de ahorro. Así pues, una mayor regulación redunda en protección del país y sus contribuyentes contra tales riesgos.”

Es curioso, al leer el último párrafo, pensar en lo que está ocurriendo en nuestro país con algunas cajas de ahorro.

4. La especulación y los efectos sobre la economía real

Sobre los problemas que crea la especulación sin barreras, sin escrúpulos, voy a reflejar en este apartado la opinión sintetizada de dos personalidades reconocidas en el campo de la economía y la política: Galbraith y Helmut Schmidt.

En el epílogo del libro “Breve historia de la euforia financiera”, de J.K. Galbraith[5], el autor dice al referirse a la crisis bursátil de 1987, y en concreto “al desastre de las cajas de ahorro americanas”, y las consecuencias del levantamiento de las regulaciones de la economía en la era Reagan, “dejando la guía y la supervisión del sistema económico en manos del mercado y de Dios”, y añade:

Quizá la tercera parte de lo perdido (500.000 millones de dólares comprobados), “fue sencillamente robada. Los encargados de los fondos los hicieron pasar por uno u otro procedimiento elemental a su propio uso…” / “Los otros dos tercios fueron a parar a proyectos inmobiliarios --edificios de oficinas, instalaciones de veraneo, construcción de casas --muchos de ellos de tal extravagancia que jamás hubo oportunidad de devolución.”

En uno de los capítulos del libro está encabezado con la siguiente cita:

“Los especuladores pueden no resultar perjudiciales, como burbujas en la corriente regular de la empresa. Pero su actuación cobra gravedad cuando esa empresa se convierte en una burbuja del remolino de la especulación”. (John Maynard Keynes. Teoría General)

Esta crisis económica que estamos viviendo no hubiera sido tan grave o no se hubiera producido, si se hubieran regulado debidamente los mercados y se hubiera puesto coto a la economía financiera y, sobre todo, si los gobiernos y supervisores (en especial los del sector bancario y de los mercados OTC), hubieran actuado a tiempo sobre los peligros que se cernían sobre el endeble sistema financiero internacional. La Naturaleza nos enseña que anualmente hay que podar los árboles, sobre todo aquellos que producen alimentos para el consumo humano, pues de otro modo se ramificarían demasiado en detrimento de su verdadera utilidad. Con la economía pasa lo mismo, si se deja totalmente libre, sin control, los especuladores desvirtuarán su crecimiento armónico y sus beneficios sociales, y la utilizarán en beneficio propio (en el pasado año, además de la crisis financiera, la especulación actuó sobre la comercialización de alimentos y el petróleo).

Para que la economía, en todos sus ámbitos, cumpla su verdadera función, que es el crecimiento económico y el reparto de la riqueza creada, están los Gobiernos y los órganos reguladores y supervisores, a los que me he referido anteriormente. No se trata de ponerle un corsé a la actividad económica, sino de corregir las desviaciones indeseables. Pero si los órganos reguladores y supervisores miran para el otro lado para no ver lo que está sucediendo, haciendo dejación de sus responsabilidades y oídos sordos a los avisos que siempre se producen, como ha sucedido en el desarrollo de esta crisis en la que estamos inmersos, nos encontraremos con situaciones de extrema gravedad. A raíz de la crisis cambiaria y crediticia del año 1997, que afectó a Rusia, Asia y Latinoamérica, el que fue canciller alemán (1974/1982), Helmut Schmidt, publicó un artículo en la revista alemana Die Zeit, titulado: “Especuladores, yo os acuso”, en el que hacía corresponsables a los especuladores bursátiles americanos, europeos y japoneses. De este artículo voy a reproducir algunos párrafos:

“¿Es, pues, exagerado el temor a una crisis global de la economía o a un efecto en cadena? No del todo. Entre otras cosas, porque los mercados financieros, técnicamente globalizados, son peligrosos, especialmente por la movilidad de capitales a corto plazo hacia inversiones financieras más agresivas. Y por sus especulaciones, a menudo sobre productos derivados, así como sus psicosis.” “…Este comercio a corto plazo se les ha escapado casi por completo de las manos a las autoridades nacionales encargadas de la vigilancia y del control de las instituciones crediticias y a los bancos centrales nacionales. Y esto puede afectar ---como ocurrió en Indonesia, Tailandia o Malasia—a todas las economías nacionales.”

Sin duda, Helmut Schmidt tenía claro los efectos de la especulación internacionalizada, sin barreras, y estaba avisando de sus consecuencias. Ahora mismo, especuladores confesos y conocidos, como George Soros[6], se dedican a dar consejos a los gobiernos nacionales sobre lo que deben hacer, claro está, después de enriquecerse con la especulación desaforada, que al final empobrece a los países afectados y, en consecuencia, a las clases menos favorecidas, la población más numerosa.

5. La ineficacia del BCE y la falta de supervisión

Mientras la actual crisis –la crisis perfecta como yo la defino-- se estaba formando y amenazaba a las economías de todo el mundo, en nuestra Unión Europea, nuestro Banco Central Europeo, con Jean-Claude Trichet a la cabeza, rodeado de su corte sabios económicos y monetaristas, se dedicaron en los últimos años a meter en cintura a la inflación comunitaria, y para ello la prescripción médica era mantener el Euribor alto, por encima del 5,00%, con grave perjuicio para las economías domésticas, adquirentes e hipotecantes de bienes inmuebles adquiridos, en muchos casos con enormes sacrificios, a precios por encima de su valor real, pues eran fruto de la burbuja inmobiliaria. Lo importante, lo prioritario para el BCE era domesticar la inflación, lo demás no importaba. No se enteraron de la tormenta perfecta que se estaba formando a nivel mundial, el choque de la economía financiera con la economía real, que ha puesto al descubierto la fragilidad de lo que ya era conocido, un sistema financiero internacional con unas bases muy frágiles para el peso que sostenía, una especie de torre construida con palillos. Al final, la inflación se corrigió sola, pero no por mérito del señor Trichet y compañía, sino por propia corrección de la naturaleza económica. Recientemente, el señor Trichet anunció el pasado mes de enero que el BCE estaba preparado para realizar la supervisión de la banca europea, función que realizan actualmente los bancos centrales integrados en la Unión Monetaria. El anuncio llega tarde, pues ya no puede remediar la catástrofe producida en los mercados y en las entidades financieras. Por poner un ejemplo fuera de contexto y quizá exagerado, pensemos en las centrales nucleares, en las que el control de las mismas estuviese en manos exclusivamente de las empresas y sus técnicos, sin normas concretas, sin la supervisión de las autoridades y organismos estatales, o, si existieran, no se hicieran cumplir las normas de supervisión de funcionamiento y control del combustible nuclear. Un buen día podríamos encontrarnos en el mundo con una catástrofe nuclear, de consecuencias gravísimas e imprevisibles, como ya ha ocurrido de forma limitada. Algo de esto ha ocurrido como detonante de la crisis financiera mundial, ahora transformada en una crisis económica de grandes proporciones y consecuencias.

6. Pérdidas versus ganancias

Pero volvamos al título que encabeza este trabajo. Si el dinero se crea, pero no se destruye, como sostengo, ¿adónde fueron a parar los beneficios derivados de las pérdidas monetarias (ganancias para otros) que han contabilizado entidades financieras, compañías de seguros, inversores bursátiles, etc., originadas por la especulación y la falta de escrúpulos de los tiburones financieros internacionales? Parece indiscutible que en una transacción económica, las pérdidas de una de las partes se corresponden con las ganancias de la otra, aunque este beneficio se pueda diferir en el tiempo. Luego, el dinero no se destruye, sino que se trasvasa de unos a otros. Todas las pérdidas contabilizadas y puestas de manifiesto en el último año por parte de entidades financieras y otro tipo de compañías, que han obligado a los gobiernos occidentales y otros a reforzar con dinero público sus capitales para evitar la quiebra del sistema financiero internacional, han tenido, sin duda, contrapartes que se han beneficiado de esas operaciones fallidas. Pienso en los especuladores a los que se refería en su artículo el ex.canciller Helmut Schmidt, en los miles Soros, Buffets, Madoffs, hedges funds, etc,[7] y muchos más. Y los no menos culpables Presidentes y CEO,s[8] de los Bancos de Negocios de EE.UU. y de entidades financieras de diversos países europeos. Pocos en perjuicio de muchos. Hasta la fecha no he tenido conocimiento de iniciativas gubernamentales (salvo algunas acciones en EE.UU.)[9] que traten de identificar a estos “depredadores económicos”, por llamarles de alguna manera, ni tampoco se escribe mucho sobre los efectos de esta crisis financiera sobre los fondos de pensiones e inversión, compañías de seguros (salvo Fortis y AIG). Todo está muy oscuro, pero convendría identificar a los especuladores culpables de esta crisis, cuyos efectos, como dije al principio, aún no están totalmente evaluados. Yo --como el ex.canciller-- también acuso a los grandes especuladores.

Esta crisis económica mundial dejará a millones de personas sin trabajo, empobrecerá a otros tantos millones y decenas de miles o millones tendrán pérdidas de sus ahorros y negocios, cuya cuantía no está calculada. Y los damnificados no podrán sonreírse de la frase pronunciada por el genial Groucho Marx, cuando perdió 250.000 dólares en su solo día, en el “crash” de Wall Street del año 1929: “He trabajado desde la nada hasta la mayor pobreza[10].

Santiago, febrero de 2009.

José Gómez Blanco

Analista Financiero. Ex.directivo bancario.

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[1] Cuando ya tenía redactado este trabajo, el Gobernador del Banco de España reconoce que es posible que haya que intervenir alguna entidad financiera. Parece que la opción sobre algunas Cajas de Ahorros en serias dificultades --conocidas desde hace tiempo-- es la absorción por parte de otras entidades del mismo tipo. En opinión del autor, sería una opción menos costosa políticamente.

[2] “Economía del Dinero y la Banca”, George N. Halm. Editorial Bosch. Barcelona.

[3] “Prospects”. Swiss Bank Corporation. Gerhard Aschinger. Profesor de Economía de la Universidad de Fribourg (Suiza).

[4] “Los felices años 90. La semilla de la destrucción”, Joseph E. Stiglitz. Ed. Taurus, 2003.

[5] “Breve historia de la euforia financiera”, John Kenneth Galbraith. Editorial Ariel, S.A. Barcelona. 3ª edición. 1999.

[6] En una entrevista de Katja Gloger a George Soros, publicada en la revista “El Semanal”, el 03.08.08, se reconoce como especulador y critica las especulaciones que se han llevado a cabo sobre materia primas y alimentos. Es partidario de regular mejor el capitalismo, ya que si no es así el sistema económico capitalista se destruirá y se llevará todo por delante.

[7] Cuando redacté este trabajo, quise ser cauto, prudente, al señalar a los grandes especuladores de los mercados, que obtienen ganancias multimillonarias en perjuicio de los inversores habituales de los mercados y de los países a los que atacan con sus operaciones especulativas, propias de “seláceos humanos”, como los califiqué en otro trabajo: “El discreto encanto de las auditorías bancarias”. Prueba de ello, es la información que figura en al Anexo II, publicada en “El Mundo”, con fecha 27.02.2010, es decir, justamente un año después de redactado el trabajo.

[8] CEO. del inglés Chief Executive Officer, equivalente a Director General o Consejero Delegado.

[9] En el Anexo núm. I, se incluye una fotografía procedente de la Agencia EFE y publicada por “El Mundo”, con fecha 24.02.2010, en la que aparecen los máximos ejecutivos de los Banco Americanos implicados en la crisis subprime, en la Cámara de Representantes de EE.UU., febrero 2009, para ser interrogados.

[10] “Psicología del mercado bursátil”, de Lars Tvede. Capítulo 27. Ed. Deusto

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